Las islas Galápagos se convirtieron en un paraíso sin culpa

Unatortuga marina levanta su cabeza sobre el agua. Ella toma un trago de aire y me encierra brevemente en su mirada. Ella parece escrutarme por un momento con ojos que desaparecen en la eternidad, y tengo en mente a la diosa inca Pachamama, como la conocen en el Ecuador o la Madre Tierra, dice James Draven en esta crónica publicada en TheIndependent.

Desde que Darwin escribió Sobre el origen de las especies en 1859, en base a sus observaciones durante su visita a las islas en 1835, y en julio de 2019 se cumplen 60 años desde que el 97 por ciento de las Islas Galápagos estaban protegidas como parque nacional, este archipiélago ecuatorial se ha convertido en un ícono global para los amantes de la vida silvestre . 

Famoso por los animales que no muestran miedo a los humanos, habiendo evolucionado de forma rápida e independiente de los de otras partes del mundo, se ha idealizado como una especie de cielo en la Tierra, pero en estos días la Isla Santa Cruz está un poco al este del Edén. 

En diciembre de 2019 se cumplen 50 años desde que se embarcó el primer barco para el turismo principal en las Galápagos, y no se puede ignorar el impacto humano en las islas.

Puerto Ayora es un bullicioso centro de turismo con entre 12,000 y 15,000 residentes que viven y trabajan aquí, un número que está completamente empequeñecido por los 276,000 viajeros que visitaron las Islas Galápagos solo el año pasado.

“Cuando me mudé aquí hace 15 años”, dice Vanesa Bajana, supervisora ​​interina del Finch Bay Hotel, mientras nos paramos en una calle principal en el vecindario de El Mirador, flanqueada por una estación de servicio y un campo de fútbol, ​​”esta era una salida”. de la ciudad. Aquí no había nada más que desierto, pero Puerto Ayora se está expandiendo rápidamente “.

Ahora hay reglas para limitar la inmigración a las Islas Galápagos, pero a medida que la población actual tiene hijos, las cifras aumentan constantemente. Y con toda esta gente viene la contaminación. 

En las remotas islas e islotes del Parque Nacional, los curiosos lobos marinos de Galápagos se desploman, se relajan, chapotean y juegan en playas inmaculadas, investigando a los turistas que acuden para tomar fotos a diario.

Sin embargo, como en todas partes en nuestro planeta, nunca estamos lejos de la actividad humana, y, en el fondo, los embudos de los cruceros emiten nebulosos jadeos de humo negro a la atmósfera, recordándonos que nuestro impacto en el planeta no siempre es Tan obvio como las playas de espuma de poliestireno.

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